la salida del cortejo procesional comienza a las 21.45, el jueves santo, desde la abarrotada puerta principal de la iglesia de Nuestra Señora de la Encarnación en la remodelada y pintoresca Plaza Baja, para entrar, entre la gran multitud fervorosa, directamente en la calle Benito Suarez ascendiendo poco a poco por la calle Zapata hasta llegar a la difícil y angustiosa subida del primer tramo de calle La Parra, y luego en suave paso para enfilar una de las partes del recorrido más esperadas en donde se juntan marchas de cornetas y tambores con el sonido de una caja y el cante de una saeta, desde el balcón del ayuntamiento, como es en la plaza de la Fuente Arriba; cruzando el largo recorrido de la arteria principal del pueblo sin apenas descanso para los portadores , siguiendo así , después del siguiente toque de campana, con su periplo buscando la iglesia de la Veracruz en donde aguardan los hermanos de la cofradía de La Piedad, a la que se le rinde respeto dirigiendo la cabeza del trono hacia su guión portado por el Hermano Mayor quien responde a tal saludo con una inclinación del objeto bordado representativo de la hermandad, entrando de lleno en calle Veracruz o el Callejón, buscando la penosa subida de la calle Convento hasta entrar en un nueva plaza , la de Santa Ana, donde un pequeño refrigerio reaviva la sangre y los doloridos hombros de los portadores de trono y descansan los pies del resto de nazarenos, mantillas, presidencia y componentes de la banda. Inmediatamente después se reanuda el orden para bajar , que a veces es peor que subir, por la calle del mismo nombre que la plaza anterior, Santa Ana, volviendo a la cruz del recorrido pero enfilando la otra cara de la Fuente Arriba para llegar a la amenazante bajada de la interminable calle De Atrás en donde la cera unida al grado de pendiente se vislumbra cuanto menos respetable pero no tanto como para amedrentar a ningún cofrade fervoroso al que su cuerpo le pide que acabe ya la estación de penitencia cosa que rechaza el corazón. Y como último esfuerzo, cuando ya se vislumbra y se acerca el barrio tan arraigado a nuestros sagrados titulares, y empiezan a sonar palmas de aliento, se renuevan los pulmones de las cornetas, y ya no duele ese hombro y como un barco por mar tranquila sin mayordomo, ni capitán que lo dirija, el trono parece que va solo hacia el término de una estación de penitencia por la que se ha luchado duramente durante todo un año y recibiendo solo a cambio un manojo de claveles que valen su peso en oro.
Todos los hermanos deberán presentarse en la iglesia de Nuestra Señora de la Encarnación una hora antes de la salida procesional, tanto nazarenos como portadores de trono, mantillas y presidencia. |